Letras que forman palabras que originan frases que construyen párrafos que expresan ideas, sentimientos, mentiras, verdades a medias, perversiones, y realidades: Vívidas e imaginarias.
Para que sepas que soy consciente de mis actos equivocados, de mis pulsiones inmaduras, y de mi neurosis ebulliscente.
De mi amnesia instantánea De mi ceguera recurrente. De mis calambres cardíacos.
De mi dolor físico por actos reflejos emocionalmente enraízados.
Para que sepas cuán podrido puedo estar cuando pierdo el juicio y me dejo llevar por la adicción que tengo de la boca que llevas bajo la nariz.
Descontrol. Te he mandado flores en un acto desesperado de descontrol.
Para solventar el camino a una pronta reconciliación. Para que las cosas vuelvan a ser, pero no como eran antes.
Te he mandado flores porque nadie puede verlas con desdén. Son un remedio infalible para ahuyentar los rencores, la falta de cordura, y para calentar el alma.
Te he mandado flores porque soy ridículo. Porque el desconcierto y la duda que sorprendió tu cara cuando las recibiste es mil veces mejor que un desaire de ojos que reptan hacia otro lado que no es en donde yo me encuentro.
Te he mandado flores porque me siento mal conmigo, pero aún me siento peor contigo.
Te ha mandado flores para recordarte que existo, y que nadie jamás va a volver a hacerlo.
Y por úlitmo: te he mandado flores para disculparme por lo que hice.
Aunque nadie habló jamás de arrepentimiento,
hubiera preferido no tener qué explicartelo...
No sé si me gusta la idea de que evoques algo que perdiste o que de alguna forma no tienes más contigo. Finalmente todas las ideas e impresiones que plasmaste en ese libro, lo verdadero, lo esencial, supongo que lo incorporaste a ti mismo, y lo llevas impregnado como código genético. Es como me decía un amigo argentino hace un tiempo, sobre los pocos rasgos "mexicanos" que veía en mí.
Le dije que no me pasaba la vida hablando palabras con "ch". Y que tampoco escuchaba mariachis en casa, ni que me la pasaba diciendo "pinche cabrón". Es más, tampoco estoy acostumbrado a beber mucho tequila ni a comer demasiado picante. Le sorprende que hable en "castellano neutro" como suelen denominar a las personas que hablan un español sin acento. A mi mamá le preocupa que no festeje navidad (la pasé solo en casa) y que el día de la independencia no use algún distintivo tricolor ni ponga una ofrenda el 02 de noviembre.
A pesar de eso, a estas alturas, me parece que soy más mexicano que muchos . Me he procurado erradicar las cosas que me estorban de la idiosincrasia nacional (en la medida de lo posible y hasta donde soy consciente), así como de conservar las cosas que me parece, nos distinguen y caracterizan como mexicanos. Igual no está de más aclararte que esta "selección" de características ocurre sobre la capa más superficial del asunto. Porque a México uno lo trae impregnado en la sangre, configurado con la tierra, las costumbres y la genética. Con años de comer mucho maíz y con la herencia espiritual del territorio y de los ancestros. Eso es ser mexicano para mí. Me guste o no, como premio o penitencia uno acepta o no vivir en esa condición.
Pero basta de ser patriótico. Antes de ser mexicano, soy cualquier otra cosa.
Va a sonar una barbaridad lo que voy a decirte, comparado con lo que te sucedió a ti y a la perdida de tu libro, pero hace una semana me robaron mi iPod. 60 Giga bites de textos, proyectos de la facultad, fotografías, dibujos escaneados, cartas, conversaciones de msn, y mucha, mucha música. La información de dos computadoras, más la nueva que recién obtuve, se perdieron ahí. Como 10 años.
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¿Quien soy yo y quién el monstruo?
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Sucede que de pronto no soy capaz de hacer conciencia de lo que perdí. Primero porque resulta fatal anímicamente saber que desaparecieron tantos vehículos al pasado. En cierto sentido me quedé sin máquina del tiempo. Pero por otra parte, tengo la memoria, la verdadera memoria. Los tatuajes internos de todo eso que percibí, sentí y pensé cuando produje todo lo que escribí, las fotos que tomé y las charlas con gente que en su mayoría, ahora son fantasmas. Todo eso ya quedó guardado. Ya lo asimilé, tal y como lo hacen las plantas que ahora son más grandes gracias a esos nutrientes. Seguro que en algunas células todavía traigo mucha de esa euforia. Y flashes de momentos con sol y agua. Y dramas románticos de post adolescencia. Qué sé yo. Se borró el pasado en formato digital. Pero el extracto lo sigo trayendo conmigo. O por lo menos eso quiero suponer.
También me he sentido más ligero. Después de asimilar la desaparición de todo eso, me percaté de que me había librado de una especie de miedo relacionado justamente con el hecho perder todo ese pasado. En cierto sentido me pesaba un poco cargar con tanta vida podrida (podrida por vieja, por descomposición natural, no lo digo en un sentido despectivo, aunque tampoco la considero necesariamente saludable), pero no me daba cuenta.
Y ahora, que podría putear (o mentar madres, en español mexicano) por haber perdido esto, como que agacho la cabeza y agradezco discretamente. A pesar de mi testarudez, hay algo que siempre me quita de enfrente lo que ya no necesito. Un filo que me corta las ramas que comienzan a secárseme. Siempre es tan abrupto. Tan "de un día para otro". Pero creo que mi proceso siempre es así. Y parece que me estoy acostumbrando y que, inclusive, quizá yo mismo soy quien lo propicia. Algún placer oculto dentro de la amputación de retoños gangrenados. Hay algo que me fascina de todo eso. Y lo mejor es que siempre termino limpio. Más claro y con la posibilidad de hacerme crecer otra rama. Duele un poco. Y suena trillado, pero hay cierto placer en un poco de dolor. Es muy cierto.
Bueno, me colgué con otra cosa. No recuerdo haberte hablado de mi llegada a BsAs. Pero si quieres te describo algo. ahora no porque estoy con otros asuntos. Pero por la tarde, seguro que me hago un tiempo. Sólo te adelanto que me he vuelto un monstruo impulsivo. Que hay sentimientos que me corroen y que todo ha subido de tono. Lo sublime me rebasa y lo mundano me orilla a atrocidades.
Lo último no está bueno porque en mi estampida emocional termino arrollando a unos cuantos. Casi siempre a los que más quiero. Lo estoy trabajando. Trato de no bautizar esta actitud con algún prejuicio rancio e inútil. No quiero propiciar la culpa, pero tengo qué aprender, ya sea a canalizar esta ira marciana de tintes destructivos, o a advertirle a la gente que quiero, el hecho de que puedo, que de hecho voy a lastimarla.
Y que cada uno decida si sigue merodeándome los sentimientos, o lanza el grito de retirada. Tengo un poco de miedo, si. Pero ese monstruo soy yo. Tengo qué curarme. Necesito curarme. Necesito ser claro para ver lo que sucede. Conmigo y con los otros. Lastimo. A los otros y a mí. Es eso o aceptar que soy como dice esa canción que me dedico un amigo, acerca de un chico-monstruo que se come el corazón de las personas.
Un abrazo amistoso de lejanía. Te mando el texto después.
Ser dócil para ser perfecto, no era oro lo que perseguían los alquimistas.
He tratado de sobreponerme. De salir a flote y respirar sol con sal por los ojos.
Me quedé ciego. Perdí mi oído izquierdo. Había sirenas que cantaban con desdén y parsimonia.
Una vez también me volví tigre. Casandra me indujo al trance. Y arrastrándome por las duelas de madera mal pintada, corrí por mi vida, protegiéndome del cazador que venía detrás de mí. No era el oro lo que perseguía. No eran los dientes, ni el furor, ni el reconocimiento de obtener y subyugar. No era la vida lo que me estaba quitando, cuando corría huellas atrás, decidido a conquistar.
Es entonces cuando se llega a un punto seco en medio de la extensa sabana. Sin árboles ni sombras. Y bestia caes. Medio hombre, medio fiera. Y te desangras, resentido y lleno de dudas, percibiendo tibia, como la vida se derrama en un charco carmesí alrededor tuyo. No dejes de jadear. Así, así, así es como me gustas. No dejes de jadear.
Soy un hombre tratando de mezclar todo lo que sabe y conoce, todo lo que sueña, a todo lo que aspira. Un poco de lo que teme. Otro tanto de lo que no quiere desprenderse. Gotas dulces y sudor seco.
Solo y recluido, dentro de su muy capa de gruesas costras. Protegido con talismanes en el cuello, y marcas en la piel que rezan leyendas de antiguos dioses que jamás pudieron ser héroes. Ahora deduzco que tú podrías ser mi primera medalla: La gran primera herida.
Y te curo. Y te procuro. Te cubro con paños limpios cada vez que puedo. Te cuento historias de gente que lo tenía todo. De hombres simples que no sabiendo por qué, encontraron el camino y llegaron al final, evaporados de luz, desintegrándose no como el polvo de un cadáver, sino como la lluvia que no se encharca. Como el agua que fecunda la tierra y la preña de flores y arbustos.
Me escuchas en silencio. No reaccionas, pero sé que lo estás recibiendo. Te beso a lengüetadas, con la aspereza tierna de mi lengua felina. Tomo tiempo para respirar, para sacarme los demonios del pecho. Para no contaminarte de imprudencia mi saliva, la que esparzo sobre ti, con el afán de de que sanes, pero sin desaparecer.
He recurrido a todo. De lo onírico a lo mundano. Del cero al cien, atravesando el infinito. He caminado por todas partes. Incluso conocí a una mujer que me pidió las llaves del ático que tengo en la cabeza. Sos un tigre asustado, me ha dicho. Un tigre desangrándose que no quiere dejar de respirar. Yo me paré indignado. Cómo es posible que me haya dicho tal cosa. Como puedo concebir que no he podido seguir corriendo…
Ya tomé. Ya bebí. Ya solté y ya me aferré al sueño. Trato de sintonizar. De ser enfermizamente positivo. Tanto de ecualizar como de perderme en el arrebato sin sentido. Ya descubrí la lógica. Desenredé la maraña. Ya pinté mi cara y me borré las facciones. No sé lo que sigue… No sé lo que sigue…
Le he pedido a la luna roja que me quite los placeres de encima. Le he contado mi historia, y hasta he aullado sin lágrimas, en un piso alto de algún devoto edificio. Le hablé de ti. Le dije que eras la mejor, la más grande, la herida de la que más orgulloso me siento. Le dije que no voy a permitir que te conviertas en una condecoración de lo que no pudiste ser. No hay renuncia, ni marcha atrás. Si el hecho de sanar implica que desaparezcas, puedo declararme un eterno herido, como la cicatriz del labio que no he querido cerrar…
Quédense con todo el oro. Con la piel a rayas. Con la sangre si quieren. Con la vida y la victoria. Con el trofeo, y las sonrisas, y la vana-gloria de quien obtiene lo que quiere. Estoy aburrido, harto de la alquimia. De mezclar y revolver, y confundir, y especular, y procurar heridas. Quédense con todo, porque a mi nada de eso me sirve ahora.
Y vos… vos podés hacer lo que quieras. Pero quédate conmigo.