martes, 2 de noviembre de 2010

21:51

Quisiera sacarte todo de encima. Arrancarte los prejuicios, las ideas falsas, las concepciones y anhelos que fabricaste cuando veías cómo era el amor en algún aparato de luz artificial.

Quisiera que nos desprendiéramos de toda la farsa que rodea nuestras vidas incompletas, que miráramos de frente a la contradicción sin huirle ni rendirle explicación alguna.

Quisiera no necesitar un abrazo tuyo para sentirme mejor cada vez que se forma un vortex cardíaco de ausencia de mí. Matar al romance. Hacerlo pedazos y tirarlo a la basura.

Quisiera limpiarte, arrancarte la mala yerba que te dejaste crecer durante todo este tiempo en el que no sabías que existías, hasta que te encontraste conmigo.

Quisiera sacarte las entrañas, borrarte los sentidos, para que no pudieras percibirme, imperfecto, bajo el más ordinario y corriente de todos los planos. Sin cuerpo y sin cabeza para ser juzgado. Sin ojos tuyos que pudieran adorarme.

Quisiera comerte, desgarrarte a girones la carne que te maldice, que te condena, que te impide salvarte conmigo. Tu médula escurriendo sobre el pasto.

Quisiera tan solo que fuésemos dos luces perdidas, que se encontraron para formar un destello nuevo, más grande. Un rayo más blanco. Puro.

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